Diario de diseño 1: Los antepasados de Streaming

El origen de Streaming narrado por su autor Víctor Melo

 

Streaming tiene su origen en aquellas primeras ofertas de ArtsCow para imprimir mazos de 54 cartas a un precio muy económico. Sin tener ningún juego en mente, diseñé una baraja de 7 colores diferentes numerados del 0 al 15. Con estas cartas en mis manos, me puse a pensar juegos y de ahí salieron uno llamado Cartas de colores (versión primigenia de lo que hoy es Streaming) y otro llamado La princesa en la torre que es en el que yo tenía mi ilusión puesta.

Sí, ya lo sé, soy terrible con los nombres de mis juegos.

Las primeras pruebas de Cartas de colores las hice con Pol y Aidi, editores de la extinta Homolúdicus. Por entonces el juego era diferente en muchos aspectos, pero muy parecido en la esencia. Las conclusiones fueron que la duración era excesiva y el juego no fluía adecuadamente. La solución fue cambiar las subastas tradicionales por subastas a puño cerrado; se perdía control, pero se ganaba en ritmo e incertidumbre. También quité cartas del mazo, pero mi memoria ya no es lo que era, no recuerdo cuál fue el criterio. Las primeras pruebas con la familia fueron bastante satisfactorias, por lo que estaba listo para dar el siguiente paso.

Con Cartas de colores, con La princesa en la torre y con Manaus (hecho a cuatro manos con Diego “Chemo” Ibáñez, autor de Holmes Sherlock&Mycroft, Banjooli Xeet o Papua) me fui a la primera edición del Encuentro de Protos y Tip@s organizado por la asociación Ludo en 2012.

Aquí estamos los fundadores del Protos y Tipos 2012… un poco más viejos (foto de 2018).

 

¡Qué recuerdos! Aquel encuentro creo que supuso un antes y un después de muchas cosas. Cartas de colores tuvo un éxito inesperado, seguramente por ser un juego rápido y dinámico. Se jugó muchas veces y allí se forjaron los que todavía hoy son los fans más acérrimos del juego, el propio Chemo y Eduardo Crespo ( autor de Basketball Age). El nombre se lo cambiaron a ¡Una más!, por ser una expresión muy habitual durante las partidas (y porque quizás no les gustaba el original nombre que yo le había puesto). La única gran pega que se le puso es que las puntuaciones eran muy elevadas. Y es verdad, pero es que sin cambiar la esencia del juego, no había nada que hacer… o por lo menos yo nunca encontré la forma sin convertirlo en otro juego.

La princesa en la torre también fue recibido con un cierto éxito, pero tiempo después lo guardé en el cajón de los juegos a los que les faltaba esa chispa y ahí sigue. Manaus gustó, todavía hay gente que me pregunta por él cuando me ve, pero Chemo y yo dejamos escapar la oportunidad de seguir trabajándolo, quizás ocupados con nuestras preciosas hijas.

La princesa en la torre.

 

Manaus y la fiebre del caucho

 

La historia se repitió durante varios Encuentros de Protos y Tip@s posteriores. Me llevaba otros juegos, pero al final, siempre me preguntaban por ¡Una más! (que yo llevaba por si acaso en la maleta, aunque no había cambiado). Que si se lo había recomendado no se quién, que si querían repetir porque les había gustado el año pasado, etc. En definitiva, que mis otros juegos siempre quedaban relegados, quizás con razón.

Una más, el abuelo de Streaming

 

¡Una más! en cuestión de reglas era muy parecido a Streaming. No existían las cartas de audiencia, o mejor dicho, tenía siempre incluidas 3 reglas que ahora son parte de la audiencia y que pueden o no salir en la partida: una regla que daba monedas a un color, otra que daba puntos a un color y la que hacía que otro color fuera comodín. Es decir, el flujo de cada partida era siempre igual, para lo bueno y para lo malo. Tampoco existía tema, seguían siendo cartas de colores y números. Y así permaneció durante mucho tiempo, con relativo éxito cada vez que se jugaba, pero con muy poco interés para las editoriales. Siendo sinceros, tampoco es que mostrara yo mucho interés por publicarlo, soy así de rancio.

Y así llegaron las vacaciones de verano de 2017 en Galicia, donde coincidí con mi buen amigo Roberto Pisonero, autor de Password Express, también de Looping Games. Por aquella época yo estaba algo alejado del diseño de juegos de mesa. Seguía jugando de vez en cuando a ¡Una más! por el simple placer de jugarlo. Es el único diseño propio del que no me había cansado tras unas pocas partidas; estamos hablando de más de 100 partidas, con eso lo digo todo.

Roberto me insistía que tenía que moverlo por editoriales, que quizás dándole una vuelta, que a Looping les había gustado, pero… siempre había un pero. Intercambiamos cuatro ideas, viejas y locas ideas que había descartado porque a mí el juego ya me gustaba como estaba. Y con todo aquello, una antorcha se encendió en mi cabeza, aunque todavía no me dejaba ver el bosque que hay detrás de los árboles.

Pero, pero,… quizás os estoy aburriendo, ya continuaré esta historia mañana. O pasado mañana. O cuando tenga otro rato.

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